En los últimos tiempos, hemos observado una tendencia preocupante: muchos profesionales de la educación física están más enfocados en la práctica deportiva competitiva que en la esencia misma de su disciplina. Es importante recordar que la educación física no es solo deporte; es salud, es vida, es productividad.
La educación física activa y bien orientada es uno de los pilares fundamentales para el desarrollo integral de una nación. Un país que promueve una educación física constante y de calidad es un país que siembra ciudadanos más sanos, fuertes y resilientes, reduciendo así las tasas de enfermedades y mejorando el desempeño laboral en todas las áreas.
Cuando se da prioridad real a la educación física en las escuelas, en los barrios y en los espacios laborales, los resultados son evidentes: menos ausentismo por enfermedad, mayor energía en la jornada de trabajo, mejor salud mental y, en consecuencia, una economía más dinámica. A largo plazo, los sistemas de salud se verían menos saturados y la calidad de vida de la población aumentaría notablemente.
Si las políticas públicas, las escuelas y los propios profesionales de la educación física entendieran la magnitud de este impacto y apostaran más por una educación física activa, formativa y constante, en pocos años podríamos ver un cambio radical: una sociedad más sana, productiva y feliz.
La educación física no debe verse como una materia secundaria ni como un simple espacio para practicar deportes competitivos. Debe ser entendida como un componente vital para la construcción de un país mejor. Invertir en ella no es un gasto, es una inversión en el futuro.
Es tiempo de cambiar el enfoque. Es tiempo de darle a la educación física el lugar que merece en el corazón de nuestra sociedad.
