En los afanes propios de una sociedad marcada por la influencia política en la mayoría de sus decisiones. Podemos ver cómo se estructuran y planifican escenarios en nombre de la democracia.
Muchos son los discursos “emotivos”, pronunciados por los diferentes actores del sistema, con los cuales tratan de darnos cátedras de comportamiento en cuanto a qué, cómo y cuándo, abordar situaciones que atañen a nuestro desarrollo institucional.
A Propósito del debate que hemos presenciado, en torno a la escogencia de los miembros de la JCE, sacamos conclusiones interesantes que nos permiten evaluar la sinceridad y coherencia de algunos actores.
Analizamos y observamos que la gran mayoría de los entrevistados cómo postulantes a miembros de tan importante órgano, mostró un muy pobre desempeño y manejo del tema electoral llegando a dar respuestas que rayan en lo ridículo y penoso.
Pudimos ver muy pocos de los aspirantes presentar credenciales, que puedan convencernos de tener dominio y acercarse al perfil apropiado para desempeñar las funciones que demanda una posición como la de administrar y liderar los procesos propios de la naturaleza de la mencionada institución.
Para nadie es un secreto que sólo el Dr. Eddy Olivares, pudo mostrar credenciales más allá de las espectativas y con ello logró convencer a quienes, no viven de la incoherencia y la hipocresía, que tanto abunda, en una sociedad marcada por el oportunismo, la improvisación, la doble moral y falta de respeto a las normas elementales de lo que debe ser un liderazgo cuya lealtad a principios y valores debería ser su norte.
Boicotear las legítimas aspiraciones de Eddy Olivares, sólo por caprichos y mezquindades que bordean los límites del resentimiento, la inquina e ingratitud ante un hombre que bien pudo, doblegarse ante las presiones de un poder omnímodo, pero, prefirió exponer hasta su integridad física, soportar agravios y mantener la dignidad que lo ha caracterizado en toda su trayectoria.
El país tiene en este humilde ciudadano, la genuina expresión de que por encima de la cobardía y la búsqueda de atajos inmorales, se impone la necesidad de demostrar que en República Dominicana, aún queda hombres con la suficiente composición genética para labrar un camino sin tachas y del cual no tengan con qué señalarle.