Cuando en 1963 la asamblea de las naciones, comenzó a conocer propuestas de resoluciones vinculadas a los derechos de la mujer, lo que luego fue aprobado en 1967. Podemos decir que era largo el camino y muy grande el reto que se vislumbraba en el horizonte de una sociedad eminentemente machista y retorcida por el ego de una cultura que auspiciaba el culto (quizás inconsciente) al género masculino.
Muchas son las figuras que han trascendido en las diferentes áreas de la cotidianidad de las naciones y en especial la de nuestra República Dominicana.
Ejemplos de mujeres que como doña Milagros Ortiz Bosh, la maestra Ivelisse Prats Ramirez de Pérez, Gladys Gutiérrez, entre otras damas que engalanan la historia después de la era del tirano Rafael Leonidas Trujillo Molina. Nos presentan el esfuerzo de mujeres que empuñaron con firmeza la bandera de una libertad sobre la base del trabajo y muy apartadas de la cultura del chantaje.
Recorriendo las décadas podemos encontrar una mujer cuya personalidad y dedicación al trabajo, su trato afable, con una extrema facilidad de acercarse a la gente, generando las más profundas expresiones de empatia, propia de quienes vienen marcados por la esencia del liderazgo que trasciende.
Su primera participación en las elecciones de 2016 como compañera de boleta del actual presidente de la República Dominicana Luís Abinader. Luego participar y convertirse en la primera mujer secretaria general de un partido mayoritario. Después atravesar el umbral de una aspiración que le convierte en la primera mujer alcaldesa de la primera ciudad del nuevo mundo.
Parecería que hablamos de una experimentada figura de las lides políticas tradicionales, sin embargo, ha sido su capacidad de armonizar y esas habilidades gerenciales, sumado a ese don de gente que provoca reacciones positivas, aún de quienes la coyuntura les presenta en la condición de adversarios y que por ese manejo inteligente les obliga a un trato minimamente cuidadoso.
Sin dudas que la alcaldesa del Distrito Nacional Carolina Mejía, demuestra que la condición de mujer, nunca impedirá el desarrollo de quienes deciden marcar la diferencia en medio de las más adversas realidades y que además, cuando se pone el corazón, la dedicación, el trabajo y respeto a los demás, habrá siempre una oportunidad para convertirse en referentes para una generación que observa y que además podrá influir en un legado positivo que permanece a través del tiempo.