Al filo de la medianoche: relaciones internacionales, ciencia y el Doomsday Clock

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Por Juan Espósito Rodríguez

El Doomsday Clock (denominado en español como el Reloj del Juicio Final, del Apocalipsis o del Final del Mundo) es ampliamente reconocido en los círculos de las relaciones internacionales y la ciencia como la insignia universal que advierte sobre las probabilidades de una catástrofe global causada por la humanidad.

Sus raíces se remontan al Boletín de Científicos Atómicos, una organización independiente y sin fines de lucro fundada en 1945 por científicos del proyecto Manhattan, entre ellos Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer. Tras los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, y con una visión premonitoria de otras amenazas científicas, tecnológicas y climáticas, estos profesionales de la ciencia reconocieron que la bomba atómica era “solo el primero de muchos obsequios peligrosos de la caja de Pandora de la ciencia moderna”. En consecuencia, coincidieron en la necesidad de crear una conciencia colectiva global ante estas amenazas. Desde entonces, el Boletín aboga por la urgencia en el diseño de políticas nacionales e internacionales que respondan al riesgo nuclear, al cambio climático y a las tecnologías disruptivas.

El debut del reloj en 1947 se debe a la artista Martyl Suzanne Schweig Landsdorf, quien ideó su diseño para la portada del órgano de difusión homónimo del Boletín, para entonces correspondiendo las manecillas a 7 minutos antes de la medianoche, sirviendo como un llamado de atención ante el peligro nuclear.

Desde entonces, primero de manos del científico Eugene Rabinowitch, para entonces editor del Boletín y líder del movimiento internacional de desarme, y hoy bajo el manejo conjunto de las juntas de Directiva y de Ciencia y Seguridad del Boletín, compuesta esta última por expertos internacionales en tecnología nuclear y ciencias climáticas, el reloj ha avanzado, tal como lo hiciera en los momentos más álgidos de la Guerra Fría y recientemente con la amenaza climática, o retrocedido, alcanzando su punto más distante de la medianoche en 1991, cuando sus manecillas marcaban 17 minutos, reflejando el optimismo marcado por el final de la Guerra Fría, la disolución de la Unión Soviética, y la firma del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START I).

Actualmente, el reloj marca 90 segundos para la medianoche, su punto más crítico desde su creación, posición que alcanzó en 2023 en gran parte debido a la guerra en Ucrania. Esta situación ha planteado serias interrogantes sobre la interacción entre los estados y la erosión de las normas de conducta en el ámbito internacional, sirviendo su posición como un recordatorio del creciente riesgo de una catástrofe global e instando a la humanidad a tomar acciones decisivas para desescalar tensiones y promover la paz y la seguridad internacional.

Como lo describieran Robert J. Elder y J. C. Gabel en su libro The Doomsday Clock at 75, el Reloj “es muchas cosas a la vez: es una metáfora, es un logotipo, es una marca y es uno de los símbolos más reconocibles de los últimos 100 años”, pero más aún, es un símbolo paradójico de peligro y esperanza, y un llamado a la acción a favor de nuestra responsabilidad hacia el prójimo.